miércoles, 19 de octubre de 2011

2ª ESCUELA DE PADRES DEL 7221 "LA RINCONADA" S.J.M.

Licenciado: Alberto Pachas Díaz
aRTÍCULO:
¿Comportamiento antisocial y su influencia en la escuela?
Comisión Oficial de Escuela de Padres de la I. E. 7221 “La Rinconada” de San Juan de Miraflores,  año académico 2011.
Está programada dentro de las charlas para los grados 3º - 4º y 5º el tema “La conducta antisocial y su influencia en los alumnos de la I. E. 7221”; en la reunión para analizar y elaborar el plan de la charla, supe que se refería a los problemas de pandillaje, drogadicción  y otras violencias e inclusive de índole delincuencial, que azotan la zona y es ejemplo negativo para los niños y adolescentes de nuestra institución.
Me pregunté entonces ¿Conducta antisocial? ¿Comportamiento delincuencial? ¿Alumnos antisociales en el colegio? Consideraba problemas de indisciplina, pero hablar de conducta antisocial, me pareció un poco fuerte.
Al reflexionar sobre estos íntimos cuestionamientos, elaboré mi propio dilema, es antisocial o es antiacadémico, (o antipedagógico), el comportamiento inadecuado de los alumnos, cuando no nos permiten desarrollar la sesión de aprendizaje que hemos elaborado, con la expectativa de despertar en ellos el interés por el tema o por lo menos participar en el desarrollo de la clase de manera más o menos adecuada (por supuesto sabemos que en el Perú y sobre todo en esta zona son muchos los factores que se oponen al trabajo del maestro, no es necesario ahora elaborar una tesis sobre la desnutrición en los niños, el injusto ingreso económico de sus padres que trabajando más de 8 horas  no reciben el sueldo mínimo para cubrir sus necesidades básicas, ni el deterioro social y cultural al que ineludiblemente están sometidos por la burda explotación con que se les trata y no fundamentaremos tampoco sobre la falta de horas para compartir con sus hijos o hacer por lo menos un mínimo seguimiento de sus estudios )
Pero de allí hasta lo antisocial o delincuencial me pareció mucha distancia, tal, que me sobrecogí de hombros al pensar que yo iba a señalar en el rostro de los padres de los alumnos tales atrevimientos. En Educación no basta las buenas intenciones hay que tener también capacidad para actuar en concordancia con el auditorio al cual uno se dirige, pues sabemos que los padres de familia que nos rodean y por ende sus hijos, pueden interpretar mal las buenas intenciones de nuestras preocupaciones y lo que es peor, otros, con causas bajas y mal interesadas, pueden maltratar y crucificar las buenas intenciones.
Por ese motivo, y continuando con la reflexión, recordé algunas buenas capacitaciones que recibí (no digamos las del Ministerio de Educación)
 Decíamos que en algunas capacitaciones nos informaban de la importancia de los buenos ejemplos, lo necesario de convocar a otros especialistas, para que den charlas a los padres, de las estrategias contra la indisciplina, la relación entre el comportamiento y el éxito académico de los alumnos, etc.
*El problema es que “Algunos de otros especialistas que entraban a Educación invitados, no tenían la experiencia pedagógica  para tratar asuntos de la escuela”
Otra joya es la propuesta de: “negocien con los alumnos” “negocien con los hijos” y decir a los niños y adolescentes “sus padres no pueden hacer lo que les da la gana en la casa tienen que escucharlos a Uds. sino allí está la DEMUNA donde pueden ir” –claro que lo mejor es dialogar-, de ninguna manera negociar, el término mismo es insostenible, pues se negocia con quienes están a la altura del conocimiento pleno de los intereses que va llevar la sociedad, pero los niños y adolescentes, como hemos sido nosotros, ¿conocen la proyección de los pro y los contra de sus conductas en el tiempo largo de su formación?.¿Pueden decir los especialistas después de tanto fracaso que  la actitud correcta es negociar? Claro, van a decir que el padre no ha sabido negociar, que el profesor  no ha sabido captar bien los intereses del alumno, etc. Se sacuden de sus propuestas, por lo menos, mal implementadas, -para no ser tan duros y no se quejen- a padres cuyo nivel de comprensión de las nuevas corrientes es poca y no están preparados, ni tienen las armas adecuadas para ir monitoreando el crecimiento de sus hijos, ya  dijimos líneas arriba el por qué.       
Amén.
Nosotros al estar formados dentro de una sociedad sabemos que hay conductas que respetar dentro de la sociedad para salir adelante o para tener éxito en nuestros estudios o nuestro trabajo.
Entonces ante tanta libertad, ante tanta independencia, ante tanta información sobre sus derechos casi irrestrictos, ante tanto abandono familiar y estatal van a juntarse con elementos que les enseñan las conductas antisociales; esto ni siquiera lo tengo que fundamentar.
Si fuera cierto que hay que negociar con los niños y adolescentes tomando en cuenta sus intereses, tomándolo de igual a igual; no habría problema, pues ellos la harían también con los sujetos con los que se relacionan y no caerían en conductas que los perjudican. Ello desbarataría nuestra posición en contra de la “negociación”; mas bien, esto refuerza nuestra posición: los niños y adolescentes no están en posición de negociar con nosotros sobre lo mejor para sus intereses, punto; lo que hay que hacer es un diálogo permanente para que en un clima de amor, comprensión y mutuo respeto, la familia unida y la escuela también, enseñemos que los caminos que nosotros les ofrecemos son más seguros y adecuados para salir adelante.
Que el éxito pasa por sacrificar algo banal, por algo más importante; sacrificar lo efímero por lo duradero, y la satisfacción superficial por la verdadera satisfacción. Claro, es un trabajo solo para profesores, con el apoyo de otros especialistas capaces no solo capacitados.
Inicié una investigación, sobre este tema, para reforzar más mis apreciaciones y encontré  algo muy importante: en el Número 18 - Revista Iberoamericana de Educación - Ciencia, Tecnología y Sociedad ante la Educación
El tema:
“Comportamiento antisocial en los centros escolares: una visión desde Europa”
Por Juan Manuel Moreno Olmedilla (*) que es profesor titular de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) de España, sostiene entre otros aspectos:
“…las escuelas están apareciendo más a menudo en las páginas de sucesos de los periódicos que en la sección de educación y cultura… la aparentemente nueva lacra de la violencia escolar se añade a las ya innumerables fuentes de demanda y presión social con que nuestros centros educativos y nuestro profesorado deben enfrentarse. Puesto que muchos fenómenos no pueden considerarse propiamente como violentos, entiendo como más inclusiva y adecuada la expresión de comportamiento o conducta antisocial en las escuelas.
La disrupción en las aulas constituye la preocupación más directa y la fuente de malestar más importante de los docentes… Cuando hablamos de disrupción nos estamos refiriendo a las situaciones de aula en que tres o cuatro alumnos impiden con su comportamiento el desarrollo normal de la clase, obligando al profesorado a emplear cada vez más tiempo en controlar la disciplina y el orden. Aunque de ningún modo puede hablarse de violencia en este caso, lo cierto es que la disrupción en las aulas es probablemente el fenómeno, entre todos los estudiados, que más preocupa al profesorado en el día a día de su labor, y el que más gravemente interfiere con el aprendizaje de la gran mayoría de los alumnos de nuestros centros.
Las faltas o problemas de disciplina, normalmente en forma de conflictos de relación entre profesores y alumnos, suponen un paso más en lo que hemos denominado disrupción en el aula. En este caso, se trata de conductas que implican una mayor o menor dosis de violencia —desde la resistencia o el «boicot» pasivo hasta el desafío y el insulto activo al profesorado—, que pueden desestabilizar por completo la vida cotidiana en el aula. por cuanto se asume que se trata de agresiones que «anuncian» problemas aún más graves en el caso futuro de no atajarse con determinación y «medidas ejemplares».
El término «bullying», de difícil traducción al castellano con una sola palabra, se emplea en la literatura especializada para denominar los procesos de intimidación y victimización entre iguales, esto es, entre alumnos compañeros de aula o de centro escolar (Ortega y Mora-Merchán, 1997). Se trata de procesos en los que uno o más alumnos acosan e intimidan a otro —víctima— a través de insultos, rumores, vejaciones, aislamiento social, motes, etc. Si bien no incluyen la violencia física, este maltrato intimidatorio puede tener lugar a lo largo de meses e incluso años, siendo sus consecuencias ciertamente devastadoras, sobre todo para la víctima.
Y, ya entre paréntesis, habría que apuntar dos fenómenos típicamente escolares que también podrían categorizarse como comportamientos antisociales, aunque no se vayan a tratar en este artículo: el primero es el absentismo, que da lugar a importantes problemas de convivencia en muchos centros escolares; el segundo cabría bajo la denominación de fraude en educación o, si se prefiere, de «prácticas ilegales» (Moreno, 1992, pp. 198 y ss.), esto es, copiar en los exámenes, plagio de trabajos y de otras tareas, recomendaciones y tráfico de influencias para modificar las calificaciones de los alumnos, y una larga lista de irregularidades que, para una buena parte del alumnado, hacen del centro escolar una auténtica «escuela de pícaros».
menos tres conclusiones importantes: en primer lugar, que los fenómenos de comportamiento antisocial en las escuelas tienen raíces muy profundas en la comunidad social a la que los centros educativos pertenecen; en segundo término, está claro que los episodios de violencia no deben considerarse simplemente como eventos aislados que ocurren espontánea y arbitrariamente, como si fueran meros «accidentes»; y tercero, que las distintas manifestaciones de comportamiento antisocial en las escuelas ocurren con más frecuencia de lo que usualmente se piensa y que, puesto que la relación entre los agresores y las víctimas es necesariamente muy extensa en el tiempo y muy estrecha en el espacio (conviven en el centro durante años y muchas horas al día), las consecuencias personales, institucionales y sociales de dicha violencia son incalculables.
Desde un punto de vista teórico (Ortega, 1995, 1996 y 1997), las variables que influyen sobre el comportamiento antisocial en las escuelas deben buscarse en tres dimensiones diferentes: Evolutiva, esto es, el proceso de desarrollo sociomoral y emocional en relación con el tipo de relaciones que los estudiantes establecen con sus iguales; psicosocial, que implica las relaciones interpersonales, la dinámica socioafectiva de las comunidades y los grupos dentro de los que viven los alumnos, las complejidades propias del proceso de socialización de los niños y los jóvenes; y, por último, la dimensión educativa, que incluye la configuración de los escenarios y las actividades en que tienen lugar las relaciones entre iguales, el efecto que sobre dichas relaciones tienen los distintos estilos de enseñanza, los modelos de disciplina escolar, los sistemas de comunicación en el centro y en el aula, el uso del poder y el clima socioafectivo en que se desarrolla la vida escolar.
. Desde el punto de vista del profesorado y de los centros de enseñanza, esta dimensión educativa tiene una importancia crítica; resulta fundamental poder ser capaces de identificar qué aspectos de la vida del aula y de la escuela tienen una incidencia en la configuración de las relaciones interpersonales de nuestros alumnos, en los modelos y patrones de convivencia, y, en definitiva, en la posible prevención del comportamiento antisocial. En otras palabras, aunque sabemos que el comportamiento antisocial en los centros puede estar muy determinado por variables sociales y familiares ajenas a la escuela, también existen variables internas al propio centro educativo que parecen estar positivamente relacionadas con la mayor o menor ocurrencia o aparición de fenómenos de comportamiento antisocial. Y parece claro que es sobre estas variables estrictamente escolares donde el profesorado tiene —y puede— hacer el mayor esfuerzo de prevención.
 Mooij (1997) encuentra que una variable tan concreta como el porcentaje de tiempo lectivo que el profesor dedica en el aula a procesos de grupo y relaciones interpersonales está relacionado con la disminución de los comportamientos disruptivos y de maltrato entre iguales; lo mismo parece ocurrir con el porcentaje de tiempo lectivo dedicado a cuestiones de normas, orden y disciplina.
Existen otros procesos relevantes para intentar explicar el comportamiento antisocial en los centros educativos. Se trata de los siguientes:
A: La violencia estructural derivada de la organización social; así, la violencia escolar sería consecuencia de la participación de los estudiantes en procesos que «filtran» dicha violencia estructural presente en el conjunto de nuestra sociedad.
B: La violencia omnipresente en los medios de comunicación social a la que los alumnos están expuestos durante muchas horas diarias. Funk (1997) ha estudiado en Alemania la relación entre el consumo de películas de acción y terror por parte de los estudiantes y la violencia en las escuelas, encontrando, como seguramente el lector esperará, una relación positiva entre ambos.
C: Los modelos violentos que los estudiantes ven —y aprenden— en su propia familia y en su más inmediato entorno sociocomunitario. En este conjunto de variables habría que incluir de forma explícita la influencia del grupo de iguales.
D: La violencia que los alumnos sufren dentro de su familia y en su entorno comunitario.
E: El hecho de que los centros educativos, en especial los de enseñanza secundaria, se han mantenido casi siempre al margen de las dimensiones no académicas de la educación (desarrollo moral, integración social, etc.); al haber olvidado los procesos interpersonales implícitos en la convivencia diaria, se encuentran ahora con graves dificultades para articular una respuesta educativa ante el comportamiento antisocial o, simplemente, los problemas de convivencia en general.
En conclusión, la investigación parece distinguir entre tres tipos de variables (o conjuntos de variables) para explicar el comportamiento antisocial en los centros escolares: variables individuales —relacionadas con la personalidad, el sexo y las percepciones y expectativas del alumnado—; variables del centro y del aula —internas a la institución y relacionadas con los fenómenos violentos más «específicos» de la escuela—; y las variables sociales o ambientales —que pasan por la influencia de la familia, el grupo de iguales, la comunidad inmediata, los medios de comunicación y la sociedad en general—.
Aquí un resumen de la 2º Escuela de Padres:
Los temas que según nuestro parecer deben tratarse por estar relacionados entre sí son:
1-El alcoholismo (droga legalizada)
2-La Drogadicción
3-El Pandillaje
4-El Valor de la Disciplina

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